Tras la celebración, hace una semana, de la misa en la parroquia de Castel Gandolfo, el papa León XIV ha celebrado la eucaristía de este domingo, 20 de julio, en la catedral de Albano, sede de la diócesis a la que pertenece la villa pontificia en la que está pasando sus vacaciones. Las autoridades locales recibieron a León XIV a la entrada del templo mientras sonaba la marcha pontificia antes de comenzar la celebración, en torno a las 9:30 h.
El Papa en la homilía mostró su satisfacción por realizar esta visita –prevista inicialmente para el 12 de mayo– y destacó, a raíz de los textos bíblicos del día la importancia del la hospitalidad, el servicio y la escucha. Comentando la visita de tres hombres a Abraham, destacó que “Dios elige la vía de la hospitalidad para encontrarse con Sara y Abraham y darles el anuncio del don de la fecundidad, que tanto habían deseado y que ya habían dejado de esperar”. Y es que estos dos ancianos, destacó Prevost, “después de tantos momentos de gracia en los que los había visitado, vuelve a llamar a su puerta, pidiéndoles acogida y confianza” y por ello “reconocen en los visitantes misteriosos su bendición, su misma presencia” y “les ofrecen lo que tienen: la comida, la compañía, el servicio, la sombra de un árbol; y reciben la promesa de una vida nueva y de una descendencia”.
A partir del evangelio de Jesús en casa de Marta y María en Betania, presenta a “una de las hermanas lo acoge con infinidad de atenciones, mientras la otra lo escucha sentada a sus pies, con la típica actitud del discípulo hacia el maestro” destacando que “el servicio y la escucha, de hecho, son dos dimensiones gemelas de la acogida”. Y es que, alertó el Papa, “si bien es importante que vivamos nuestra fe en las acciones concretas y en la fidelidad a nuestros deberes, según el estado y la vocación de cada uno, también es fundamental que lo hagamos partiendo de la meditación de la Palabra de Dios y de la atención a lo que el Espíritu sugiere a nuestro corazón, reservando, para tal fin, momentos de silencio y de oración, tiempos en los que, acallando ruidos y distracciones, nos pongamos ante Él y logremos unidad en nuestro interior”.
Así, León XIV invitó a “dar espacio al silencio, a la escucha del Padre que habla y ‘ve en lo secreto'”, especialmente en estos “días de verano” como “momento providencial para experimentar qué hermosa e importante es la intimidad con Dios, y cuánto puede ayudarnos también a ser más abiertos y acogedores los unos con los otros”. “Son días en los que tenemos más tiempo libre, tanto para el recogimiento y la meditación, como para el encuentro con los demás, los viajes y las visitas. Aprovechemos todo eso para disfrutar —saliendo del torbellino de compromisos y preocupaciones— de algún momento de tranquilidad y recogimiento, como también para compartir, yendo a algún lugar, la alegría de vernos —como lo es para mí estar hoy aquí—. Propiciemos las ocasiones para cuidarnos unos a otros, para intercambiar experiencias e ideas, para ofrecernos comprensión y consejos mutuamente; esto nos hace sentirnos amados, y todos lo necesitamos. Hagámoslo con valentía. De este modo, siendo solidarios y compartiendo la fe y la vida, promoveremos una cultura de paz, ayudando también a quienes nos rodean a superar rupturas y hostilidades, y a construir comunión entre las personas, entre los pueblos y entre las religiones”, añadió recordando al papa Francisco.
“Ni el servicio ni la escucha son siempre fáciles; requieren tenacidad y capacidad de renuncia. Cuesta esfuerzo, por ejemplo, en la escucha y en el servicio, la fidelidad y el amor con los que un padre y una madre llevan adelante a su familia”, destacó. “Pero es sólo así, con estos esfuerzos, como es posible construir algo bueno en la vida; sólo así pueden nacer y crecer entre las personas relaciones auténticas y fuertes, y, desde abajo, desde la cotidianidad, puede crecer, difundirse y experimentarse el Reino de Dios”, alertó yendo a las homilías de san Agustín. Por ello concluyó que “la escucha y el servicio son dos actitudes complementarias que nos ayudan, en nuestra vida, a estar abiertos a la presencia providente del Señor. Su ejemplo nos invita a conciliar, en nuestras jornadas, contemplación y acción, descanso y fatiga, silencio y laboriosidad, con sabiduría y equilibrio, teniendo siempre como medida la caridad de Jesús, como luz su Palabra y como fuente de fortaleza su gracia, que nos sostiene más allá de nuestras posibilidades”.